viernes, 14 de septiembre de 2012


Tarzán de los Monos cumple 100 años

Estrella Cardona Gamio

Debo confesar mi gran amor por esta serie de novelas escrita por Edgar Rice Burroughs. Empecé a leerlas a los ocho años (regalo de mi tío Miguel, proveedor infalible de la primera biblioteca que tuve), y me impactaron enormemente, de ahí que a aquella edad decidiera irme a África cuando fuese mayor, quería vivir entre elefantes y antropoides, y de paso, encontrar a Tarzán y acompañarle en sus aventuras, a los ocho años se tienen ideas muy curiosas. Todo, sin embargo quedó en ese deseo y en mi primera novela, En la selva virgen, por un lado bodrio y por el otro plagio descarado que sólo puede disculparse teniendo en cuenta mi admiración por el hombre mono. Luego crecí, como Wendy, y mi padre me regaló, esta vez le tocó a él, la saga marciana de Edgar Rice Burroughs, el primero, Una princesa de Marte, tenía alrededor de los 10 años y el impacto fue fulminante, quise ser astronauta y llegar la primera al planeta rojo. En fin, ¿para qué seguir?

Lo verdaderamente importante es que mi buen recuerdo del novelista y de su obra se ha incrementado con el tiempo, y por ello hoy quiero rendirle mi pequeño homenaje como lectora entusiasta, recordándole en el centenario de Tarzán a través de este apunte biográfico que creo que se tiene bien merecido por las horas de fantasía con que llenó mi infancia.

Edgar Rice Burroughs
Edgar Rice Burroughs, el “padre” de Tarzán,nació en Chicago en 1875, el 1 de septiembre.


El progenitor del novelista, George Tyler Burroughs, era un veterano de la Guerra de Secesión americana, y ello debió marcar al niño Edgar cuando, ya adulto, escribió la saga de ciencia-ficción que comenzaba con la novela La princesa de Marte, cuyo arranque empieza precisamente hablándonos de John Carter, un sudista derrotado que se refugia en una cueva para esconderse de los indios hostiles, y en donde sufre un desdoblamiento astral y marcha en espíritu a Marte, en el cual vivirá toda una serie de fantásticas aventuras. Serie de novelas maravillosas que no estaría de más que se volvieran a reeditar en España.

Edgar Rice Burroughs tuvo una adolescencia y juventud de los más borrascosas, en las que la bebida y la rebeldía regían su vida: pasa por diversas escuelas militares de las que es expulsado, se alista en el mítico 7º de Caballería, al que renuncia pronto, y llega a desempeñar numerosos y transitorios empleos, entre los que destacaremos los de vendedor ambulante, vaquero, buscador de oro, agente publicitario, policía y, finalmente, el más tranquilo, en un ferrocarril.

En 1911 empieza a escribir, porque, asiduo lector de novelas de aventuras de las llamadas pulp, que tan de moda están en la Norteamérica de principios del siglo XX —verdadera época dorada de las obras de ciencia-ficción y aventuras—, piensa que “él puede hacerlo tan bien como esos autores que admira”, máxime cuando en su infancia ya se estrenó escribiendo poemas e incluso, posteriormente, hizo sus pinitos en el periodismo al colaborar en publicaciones escolares, y se lanza a la nueva empresa, otra más, con la anteriormente citada Princesa de Marte, que se publicó con el título de Bajo las lunas de Marte.

A todo esto, era ya un hombre casado —Emma Hulbert se llamaba su primera esposa, con la que contrajo matrimonio en 1900—, y su familia no gozaba de una posición muy estable debido a aquel ir y venir de trabajo en trabajo, que no conducía a ninguna parte; si hemos de ser sinceros, la familia Burroughs vivía sumida en la pobreza hasta que la literatura entró en sus vidas y todo cambió.

En mayo de 1912, Edgar da por terminada una novela que le convertirá en internacionalmente famoso: Tarzán de los Monos, a la que seguirá toda una serie de libros con el mismo héroe de protagonista.

Tarzán se publica por entregas, igual que Bajo las lunas de Marte, y el éxito es arrollador; no obstante, su primer libro, como tal, sólo sale al mercado en 1914, vendiéndose un millón de ejemplares.

(Como anécdota curiosa citaremos que sus novelas de aventuras ejercieron una gran influencia en Ernest Hemingway y en Ray Bradbury, e incluso el mismísimo Carl Sagan admite haber sido un fiel lector de esa clase de literatura tan poco “científica”, a juzgar por los medios, más esotéricos que otra cosa, que emplea John Carter para trasladarse a Marte).

En 1917, La Princesa de Marte se convierte en un libro, olvidándose el título anterior, y la buena racha continúa sustentada en una interminable procesión de títulos, tanto de la serie Tarzán como de la de los libros de Marte, princesas, guerreros, doncellas, ajedrez marciano, con las que se hermanará otra dedicada al planeta Venus, igualmente interesante. Pero hubo más y más novelas, una bibliografía tan extensa que por razones de espacio no podemos incluir aquí, pero que vale la pena no echar en el olvido.

Edgar Rice Burroughs fue un gran novelista, dotado de una enorme imaginación que, como él mismo decía, escribía para entretener y procurar un escape a los problemas de la vida cotidiana, objetivo que logró por completo.

Muchas de las novelas de Edgar Rice Burroughs han sido llevadas a la pantalla —principalmente la serie de Tarzán—, mas no con demasiado acierto, ya que las historias del Hombre Mono no han sido jamás adaptadas al cine fielmente sino caricaturizando al personaje, y es una verdadera lástima porque esas novelas —todas las novelas de Burroughs— son muy interesantes y por completo recomendables para el público en general.

En cuanto a la vida privada del escritor, diremos que se divorció en 1934 de su esposa, con quien tuvo varios hijos, para casarse al año siguiente, siendo la elegida Florence Dearholt, pero este segundo y último matrimonio se disolvió en 1942.

Una de sus hijas contrajo matrimonio con el primer Tarzán cinematográfico, tiempos heroicos del cine mudo, mientras que su hijo John Coleman fue uno de los ilustradores de sus novelas.
No debemos olvidar tampoco que a los 66 años estuvo de corresponsal en la Guerra del Pacífico.
Edgar Rice Burroughs fallece en su finca “Tarzana”, situada en el Valle de San Fernando, de un ataque cardiaco en 1950 a los 74 años de edad, mas su obra y su recuerdo siempre permanecerán en nuestros corazones.

Fuente: www.letralia.com

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