jueves, 6 de febrero de 2014

De José Ignacio Cabrujas: "Diario de un Rectificador"



Querido diario:

He decidido rectificar, del latín rectificare, rectus fare, es decir, volverlo a poner derechito. Lo de ayer, fue definitivo. Llego de Suiza y me encuentro al general Ochoa prácticamente en la pista del aterrizaje, con la noticia de un levantamiento. Cogemos por la autopista y le pregunto: General Ochoa: ¿Y a qué se debe este levantamiento suyo a la una y media de la madrugada? Porque hasta ese momento yo juraba que el levantamiento al que él hacia referencia era que Ochoa se había levantado de la cama y no otra cosa. 

Pero él me aclaró que no era desvelo suyo, sino unos comandos alzados. Entonces, le pregunto: ¿Y por qué se alzaron? Y me contesta: «Bueno, porque en su gobierno se están cometiendo muchos errores». Soy de los que piensan que nadie tiene la verdad y así comencé esa noche a darle vueltas al asunto. ¿Me habré equivocado? Ciertamente, hace una semana, descubrí en uno de los baños laterales de Miraflores un chorro que no cerraba y, ahora que lo pienso, se me olvidó notificarle a Mantenimiento. Pero de allí a alzarse, me parece exagerado.
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6-2-92
Estimado diario:
Es cierto. He cometido algunos errores y por este camino no podré salir en hombros de Miraflores, a menos que sea en caja y bailadito. Esta noche, me he comenzado a dar cuenta de que a algunas personas no les resulto del todo simpático y es posible que tengan razón. Debo revisar mi conducta. ¿Será, Dios mío, que tú y yo hemos cometido algún error? Todo puede suceder. Llamaré al doctor Velásquez, para que me dé su opinión. De todas maneras, ordené reparar el chorro.
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6-2-92 (noche)
Querido diario:
En efecto, parece que he cometido algunos errores, porque así me lo dijo el doctor Velásquez, hoy en la mañana. Se me quedó mirando un largo rato y me soltó en la cara: Pérez, usted está cometiendo muchos errores. Yo le contesté: Velásquez, es verdad. La semana pasada, comí demasiada carne y el nivel de úrea me debe haber crecido un poquito. Velásquez me aclaró que él no se estaba refiriendo a ese tipo de errores y yo le pregunté: ¿Será que no me estoy cepillando bien los dientes? Y él me respondió que tampoco era ése el problema. Yo pensé en el champú, porque de verdad, ese champú últimamente me está irritando la cabeza. Pero Velásquez sacó un papelito y me dijo que yo estaba cometiendo errores de otro tipo y que me fijara bien. Bueno. Todo cabe. Voy a fijarme bien. Ya el chorro está reparado.
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7-2-92
Querido diario
Acabo de entender lo que me escribió Velásquez en el papelito. Parece ser que el doctor Tinoco, entre otros, se la pasaba contando dólares en el Banco Central, como a golpe de seis de la tarde, y según se supo, porque dejó la puerta abierta, una secretaria y que lo oyó decir un viernes: «Éste pa ti, éste pa mí, éste pa ti, éste pa mí. Éste pa ti. Éste pa mí». ¿Qué hago? ¿Boto a Tinoco o le digo que cierre la puerta? Hay otras cosas anotadas en el papelito y he decidido leerlo bien. Quiero rectificar. Ahora me dice Mogna que vio a un jardinero que dejó abierta la manguera mientras se fumaba un cigarrillo. Ordené su inmediata destitución.
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10-2-92
Querido diario:
Tengo dos días cavilando. ¿Qué es lo que no funciona en mi gobierno? Llamo a Celestino y le pregunto para ver si salgo de este desconcierto. Celestino me contesta que la cosa puede estar en la conducta antipática del portero del Ministerio del Ambiente a quien sorprendieron el 3 de enero formándole un berrinche a un cieguito. Eso es darle una pésima imagen al gobierno. Acabo de botarlo.
Ya rectifiqué.
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14-2-92
Querido diario:
Tengo tres días de rectificación en rectificación. De ahora en adelante no voy a usar más corbatas de florecitas, que era algo que se me venían criticando. Es verdad. No se me ven bien. ¡Qué alivio siento!
De paso, le dije al ministro de Comunicaciones, que me mandara una cuadrilla para arreglar los flotantes de seis inodoros en La Casona. ¡Y sigo rectificando!
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15-2-92
Querido diario:
Continúo empeñado en rectificar. Ayer me trajeron unas camisas de la lavandería y le dije a la empleada: Rectifíqueme los cuellos porque quedaron paraditos y a mí no me gustan los cuellos paraditos. Vida nueva. Cuestión de hablar claro.
Nota: Recordarle a Ana Luisa que de ahora en adelante use clips sólo en el caso de documentos de más de tres páginas. Si son dos, que las doble en la esquinita y les haga un rotico que así no se despegan y el país ahorra.
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17-2-92 (noche)
Querido diario:
Hoy comí unos filetes de mero a la plancha. Tomás Alfredo, el cocinero de Miraflores, me preguntó: «¿Y eso, Presidente, usted comiendo filetes de mero a la plancha con vainitas?» Entonces, me atreví a decirle: Tomás Alfredo, es que estoy rectificando mi régimen. Y él respondió: «¡Carajo! ¡Qué bueno! Ojalá la cosa no se quede en la alimentación!» ¿Qué habrá querido decirme?
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13-3-92
Adorado diario:
¡Qué maravilla es rectificar! Todos estos días me levanto feliz y la primera pregunta que me viene a la cabeza es: ¿Qué iré a rectificar hoy? La sensación es tan grata que ayer mandé a comprar un cuadernito para anotar las rectificaciones del día. Por ejemplo, hoy mandé a rectificar las válvulas de mi Mercedes y en la noche estaba ese carro serenito. Al mediodía llamé a Celli que tiene cara de colesterol alto y le dije: Celli mijo, rectifica. Y él me contestó: «No, si estoy en eso Presidente. Ya no leo más la Gaceta Hípica». ¿Y qué estás leyendo, Celli? ¿La montaña mágica? Entonces él me respondió: «No, Presidente. Estoy leyendo La Fusta».
Yo digo que por algo se comienza.
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17-3-92
Estimado diario:
Sigo, campante, en este afán de rectificar. Cité ayer, en Miraflores, a Lepage. Le ofrecí un jugo de melón y el Ministerio del Menor y le dije: Octavio: ¿Tú te acuerdas aquel día en el CEN, que tú me llamaste corrupto, cuando Lusinchi te daba casquillo y aparecían unos avisos en los periódicos diciendo que yo era bandolero? Yo, desde ese momento, te cogí manía y para vengarme te mandé a tu casa un traje de marinerito y unos zapaticos Popy. Yo sé que te cogiste una bronca. Era yo, hermano el que te jugó esa mala pasada. Y ahora rectifico.
Fue entonces, cuando le regalé, como desagravio, mi trajecito de primera comunión que me lo tenía guardado mi tía Nemesia, en Rubio. Pero él no se fue muy contento.
Debe ser porque el trajecito es de pantalón corto.
Pero viéndolo bien, a él le debe servir porque yo a los siete años era canilludo.
Es que también la gente es muy resentida.
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19-3-92
Querido diario:
No entiendo cómo he podido pasarme la vida sin rectificar. ¡De lo que me he perdido! Por ejemplo, vengo ahora de comerme unos fetuccini en el restaurant de Amadeo y cuando me pasaron la cuenta ya iba a sacar la tarjeta sin revisar la consumición. Grave error, porque me estaban cobrando las sambucas. Entonces le dije al mesonero que rectificara la suma. Eran seiscientos bolívares menos. Ciertamente el doctor Velásquez me dio un gran consejo.
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5-4-92
Querido diario:
Estoy presidiendo un gobierno de amplia rectificación nacional. Y ya se ven los signos. Estamos ahorrando en botellones de agua y en clips, que verdaderamente daba vergüenza lo que se gastaba aquí en clips. Hay graves elementos de corrupción a los cuales se les ha puesto debido coto. Por ejemplo, estoy orgulloso de la conducta del Viceministro de Justicia, quien sancionó ejemplarmente a una secretaria sorprendida regando una palo de Brasil con el agua del botellón del sexto piso. Este es el tipo de energía que hace falta. ¡Los corruptos a la calle!
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12-4-92
Querido diario:
Ya están reparados todos los chorros de Miraflores. Y acabo de ordenar que las lámparas se prendan a las seis y media y no a las seis como se venía haciendo, por irresponsabilidad y derroche.
Todo ha sido resuelto. Esta noche reuní al gabinete y me atreví a preguntar: ¿Queda algo por rectificar, señores?
Nadie dijo nada.
La crisis ha terminado.